jueves, 13 de diciembre de 2012

Pecado Carnal

—Joaquín, ¿quieres recibir a Ana como esposa, y prometes serle fiel en la prosperidad y en la adversidad, en la salud y en la enfermedad, y así, amarla y respetarla todos los días de tu vida?
—Sí, quiero —sonrió Joaquín, nadando en los ojos radiantes de su amada.
—Ana, ¿quieres recibir a Joaquín como esposo, y prometes...
Ante la emocionada mirada de todos los presentes y bajo el suave tañer de las bandurrias, los labios de Don Pedro proseguían con el sobradamente asimilado ritual del matrimonio, mas su mente, surcados ya el espacio y el tiempo, fondeaba muy lejos de allí.
Fue doce años atrás, en una tarde plomiza y lluviosa de esas que disuaden de ponerse al volante al conductor más empedernido, cuando un Don Pedro casi recién salido del seminario detuvo su vehículo en un bar de carretera. Todo parroquiano allí presente hubo de girarse asustado al oír las puertas detonar contra las paredes tras el agudo chirriar de los goznes. Dos decenas de miradas presenciaron atónitas cómo una figura ataviada de negro, cabellos al estilo ventisca y alzacuello ceñido bajo un rostro sudoroso, atravesaba el local como una bala y desaparecía tras las puertas de los retretes. Se hizo el más religioso de los silencios un instante antes del estallar de las carcajadas.
Una vez se hubo librado de la acuciante urgencia urinaria que le había traído bailando la última media hora de viaje, Don Pedro hincó los codos en la barra y, recuperando un poco la compostura, pidió una cerveza a la camarera.
—Pues claro, mi amor. Eso y lo que tú quieras —le respondieron.
Don Pedro se quedó petrificado. Miró a su alrededor y al fin comprendió donde se había metido. Barra Americana: Pecado Carnal, rezaba un rótulo de neones. Tragó saliva. Inspiró en profundidad. ¿Y si se encontraba con alguien conocido? Su tez volvía a chorrear goterones de sudor.
No tardó en sentir una mano posándose sobre su pierna. Al instante, otra se deslizaba alrededor de su cintura. El sacerdote miró a la joven con pupilas temblorosas; ella no dijo nada, simplemente, le sostuvo la mirada con una calidez arrolladora. Aquellos ojos ardientes... Aquellas curvas de ensueño... Aquella fuente inagotable de pasión... Don Pedro sintió bullir la voluptuosidad dentro de sí y en cada centímetro de su piel. Era absurdo negar lo que su cuerpo le pedía con anhelante concupiscencia y, finalmente, decidió dejarse llevar por el deseo.
Ella le guió despacio, entre besos y suaves caricias, a un cuarto pequeño y allí, verdaderamente y por primera vez, Don Pedro vio abrirse de par en par las puertas del Cielo. Pues no sabía su nombre, ella le llamaba "Padre", y eso, curiosamente, colmaba su cuerpo de excitación. Todo resultaba tan nuevo... Tan vívido y maravilloso... Padre, confieso que he pecado como una perra, le decía, ¿cuál será mi penitencia?..., Padre, absuélvame... Absuelva todo mi cuerpo del pecado... Padre... Padre...
—¡Padre!
De súbito, sintió vértigo. Todos los ojos de la iglesia estaban posados en él, ante su mirada perdida, expectantes. Reinaba el silencio. Incluso las bandurrias habían dejado de tocar. Don Pedro se fijó en los novios. El camino que iniciaban estaría lleno de obstáculos, sí, pero sería profundamente hermoso. Al pensarlo, le invadió una cruda amargura. Amaba su labor tanto como la odiaba. Se le había otorgado el incomparable honor de consagrar lo más bello que Dios había creado; precisamente aquello que él jamás tendría. El mayor regalo divino, le estaría por siempre vedado.
Esbozó una tenue sonrisa que no lograba desterrar la tristeza de su rostro y prosiguió con la ceremonia. Terminaría la boda, haría forzado acto de presencia en el convite, les dedicaría unas bonitas palabras a los recién casados y después se haría a la carretera sin demora. Esa noche, como tantas otras, clavaría los codos en la barra del "Pecado Carnal".
* * *
Es un relato de Juan Luis Vera
(Psicólogo y escritor. Autor de la novela: Vuelo de libélulas)

6 comentarios:

  1. Me gusta el relato, es directo y sencillo, como debe ser.
    El futuro está en la robótica, queridos amigos.
    El mundo se acaba.

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  2. La verdad es que, después de un agotador día de clase, lidiando con la Teoria del lenguage y la literatura comparada ha sido un vaso de agua fresca: delicioso. ^^
    Muchas gracias Juanlu =D

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  3. Demuestra un uso muy cuidado de los términos escogidos para describir, con gran lujo de detalles, una situación que va suscitando sorpresas según avanza la narración. Breve e intenso relato.

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  4. Gracias, me alegro de que te haya gustado.

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  5. Grande!!, auguro boda en el "Pecado Carnal".

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  6. lOS SACERDOTES SON HOMBRES Y A PESAR DE SUS DEBILIDADES NO TIENEN POR QUE DEJAR DE SER BUENAS PERSONAS, ESTE RELATO NO LLEVA ALA ETERNO DEBATE DEL CELIBATO,Y NOS MUESTRA CON DULZURA LA REALIDAD HUMANA.
    MUY BUENO Y MUY REAL

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